Un día, María se topó con un sillón antiguo y vio más allá de su aspecto desgastado. Reconociendo su potencial para un diseño de interiores elegante y funcional, María, a pesar de su inexperiencia en manualidades y reparaciones, se embarcó en un proyecto de transformación.
Como cualquier esfuerzo de renovación, María comenzó desmontando el sillón. Calculó la tela necesaria y determinó que 2 metros y 40 centímetros serían suficientes, optando inicialmente por una tapicería de color oliva, pero luego incorporando un morado vibrante para darle un toque más llamativo.
Prefiriendo conservar las tapas laterales originales del sillón, María centró su atención en mejorar los cojines. Optando por un ribete contrastante, utilizó un simple cordón de 5 mm de una ferretería y retazos de tela para lograr el efecto deseado.
Además, María trató meticulosamente las patas del sillón con un aceite y cera especiales, rejuveneciendo su apariencia y durabilidad.
Finalmente, María logró revitalizar el viejo sillón, transformándolo en una llamativa pieza central para cualquier habitación.
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