El balón de baloncesto reemplazó sus piernas, y la perseverancia la ayudó a convertirse en Campeona: Cómo vive ahora y qué ha logrado

Cuando Kian cumplió 4 años, sufrió un terrible accidente. La niña se despertó sin piernas. Su familia era tan pobre que no podía permitirse comprar prótesis para ella, lo que significaba que Kian no podría caminar, no podría estudiar, no podría socializar adecuadamente con sus compañeros.

La vida parecía haber terminado para ella. Sin embargo, hoy en día, Kian, de 21 años, no solo está viva, sino que también está educada, tiene muchos amigos y ganó una medalla de oro en los recientes Juegos Paralímpicos. Kian vive en casa con su padre. También tiene dos hermanos menores que la ven como una verdadera heroína.

Cuando ocurrió el desafortunado incidente, Kian Hongyan tenía solo cuatro años. Un camión la atropelló justo afuera de su casa en la provincia de Yunnan. Cuando la llevaron al hospital, los médicos no estaban seguros de si podrían salvarla. Después de una operación muy difícil, Kian sobrevivió, pero tuvo que pagar un precio terrible: ambos pies fueron amputados por completo.

Con la ayuda de un balón de baloncesto común y manijas de puerta, la pequeña Kian pudo salir a la calle y jugar con sus hermanos y amigos. Los padres de Kian eran de escasos recursos y no podían permitirse comprar prótesis para su hija, mucho menos una costosa rehabilitación. Sin saber qué más hacer, el abuelo de Kian cortó un balón de baloncesto de manera que la niña pudiera meter la parte inferior de su cuerpo dentro del balón. Y con la ayuda de manijas de puerta viejas y comunes, Kian pudo moverse por el suelo.

La historia de Kian, apodada “la jugadora de baloncesto”, se hizo conocida en todo el país: los periódicos locales escribieron sobre la pobre niña que se movía con la ayuda de un balón de baloncesto. La gente se inspiró y la historia inspiró a miles de discapacitados en China a no rendirse.

En China, no es común discutir los problemas de las personas discapacitadas, pero esta historia tuvo un gran impacto. Para Kian, también fue un punto de inflexión en su vida. Recibió donaciones, lo que le permitió a Kian viajar a Beijing para probarse sus primeras prótesis.

Gracias a las donaciones, Kian también pudo recibir educación básica. Sin embargo, para continuar su educación, necesitaba más fondos, y su familia no los tenía: sus padres eran granjeros comunes y vivían muy modestamente. Entonces, Kian regresó a casa, pero en lugar de rendirse, decidió aprovechar todas las oportunidades que la vida le ofrecía. En su provincia, encontró un grupo recién formado donde personas con discapacidades practicaban natación.

Nadar era difícil para Kian. “Tuve que esforzarme mucho más que los otros niños. Me parecía imposible mantenerme a flote; constantemente me ahogaba”, cuenta Kian. Pero ella no se rindió. Año tras año, continuó asistiendo a clases de natación, y en 2009, Kian volvió a estar en los titulares de los periódicos locales, esta vez porque ganó una medalla de oro y dos de plata en los Juegos Paralímpicos. Al año siguiente, Kian ganó tres medallas de plata más.

En 2011, justo antes de la competencia, el abuelo de Kian falleció. Fue un golpe duro para la niña. Ese año logró ganar una medalla de bronce, pero no fue suficiente para mantenerse en el equipo. Sintiéndose derrotada, Kian evitó la atención pública y regresó a casa con sus padres. Le llevó algún tiempo recuperarse y volver al difícil camino hacia nuevas victorias.

En 2014, Kian ganó una carrera de 100 metros en los Juegos Paralímpicos locales de Yunnan. Kian no se rinde y no pretende ser una carga para sus padres ni quejarse de su destino. Después de todo, a pesar de lo mal que la trató el destino, la vida misma ya es mucho.

Hoy en día, aunque Kian ya se ha ganado el dinero para comprar nuevas prótesis, a veces todavía usa un balón de baloncesto exactamente igual al que le hizo su abuelo. “Es más conveniente de esa manera”, explica Kian.

Todas las maravillas en la vida suceden gracias a la voluntad inquebrantable, de eso están seguros los ciegos y sin manos que plantaron más de 10,000 árboles. ¡Definitivamente, donde hay voluntad, hay camino!

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