Con más de 1,500 sucursales en México y Estados Unidos, Pollo Feliz se ha consolidado como un referente en el mercado de pollos al carbón, gracias a la visión y perseverancia de su fundador, Arnoldo de la Rocha.
Lo que comenzó como un sueño en el corazón de la Sierra Tarahumara, en Chihuahua, se ha convertido en una de las cadenas de pollos al carbón más grandes y reconocidas de México: Pollo Feliz. Fundada por Arnoldo de la Rocha y Navarrete, esta empresa ha logrado expandirse a más de 1,500 sucursales en México y el sur de Estados Unidos, consolidándose como un ícono de la gastronomía mexicana.
La historia de Arnoldo de la Rocha es un ejemplo de superación y emprendimiento. Originario del rancho de Zarupa, en Chihuahua, dejó el campo para buscar oportunidades en la ciudad. Tras un curso en Sinaloa sobre cómo asar pollos, regresó a Chihuahua con un título de “pollero” y la determinación de iniciar su propio negocio.
“Fui preso injustamente a los 16 años y, al salir, ya no quise regresar a mi tierra. Sin estudios ni contactos, trabajé de jardinero, velador y albañil para salir adelante. Pero mi espíritu emprendedor me exigía más”, relató Arnoldo. Con el apoyo de sus tíos, a quienes llama sus “ángeles de la guarda”, aprendió el oficio que cambiaría su vida. “Ellos me enseñaron a hacer pollos en Los Mochis, en un lugar que yo llamo La Universidad del Emprendedor, donde muchos aprendimos este negocio”, recordó.
Con esos conocimientos, Arnoldo fundó Pollo Feliz y comenzó a vender pollos en una época en que la carne asada dominaba el norte de México. “Me llamaron loco, tuve que educar al mercado y convencer a los clientes de mi receta”, explicó. En sus inicios, el proceso era rudimentario: compraba pollos vivos, los limpiaba en rastros improvisados y los vendía por peso. Sin embargo, su perseverancia y visión lo llevaron a construir un imperio.
Hoy, Pollo Feliz compite de frente con gigantes transnacionales, destacando por su identidad mexicana. “Nuestra ventaja es nuestra cultura: resaltamos los sabores, las salsas y los colores de México”, afirmó Arnoldo. A meses de cumplir 50 años en el negocio, el fundador sigue vigente y comprometido con la innovación. “Crecer no solo significa abrir más sucursales, sino evolucionar como persona. Si no crezco al ritmo de mi competencia, estoy muriendo lentamente sin darme cuenta”, reflexionó.
Además de su éxito empresarial, Arnoldo de la Rocha ha dedicado parte de su vida a apoyar causas humanitarias y fundaciones, consolidando un legado que va más allá de los negocios.
Con su icónico pollito sonriente y sus colores rojo y amarillo, Pollo Feliz no solo es sinónimo de sabor, sino también de esfuerzo, dedicación y amor por la cultura mexicana. Una historia que inspira a emprendedores y demuestra que, con pasión y perseverancia, los sueños pueden convertirse en realidad.