Canadá y la Unión Europea, ya en guerra comercial con Estados Unidos, sabrán —o no— lo que hacen. La realidad de México es otra. Estrategia de Claudia: sangre fría, diálogo y negociación.

Conferencia mañanera de Claudia Sheinbaum del 12 de marzo de 2025

Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos (Graciela López Herrera/Cuartoscuro)

Hace una semana el texto de Jorge Castañeda en Nexos me llevó a preguntarme si la presidenta de México lee artículos periodísticos. Motivó mi inquietud cierta afirmación, un tanto presuntuosa, de Castañeda: que Claudia Sheinbaum lo tiene entre sus columnistas favoritos porque utiliza con frecuencia una palabra supuestamente inventada por él, comentocracia.

No hay evidencia de que Jorge haya creado tal concepto, pero yo le creo. Nadie disputará la paternidad de una palabra que si se patentara no serviría para nada. ¿Qué significa? Gobierno de las personas que realizan comentarios en la prensa.

Desde luego, tales comentarios pueden ser sabios o tontos. Normalmente son tontos y se hacen para buscar dinero público, de ahí que la 4T, desde el pasado sexenio, se esforzara —exitosamente, sin duda— en acabar con el gobierno de los y las columnistas, que en más de un sentido eran quienes mandaban en anteriores sexenios. Y mandaban porque, a cambio de trozos importantes de presupuesto, le ordenaban al gobierno hacer lo que precisamente el gobierno deseaba hacer, pero no se atrevía a llevarlo adelante porque carecía de apoyo popular. Los gobiernos anteriores a Morena sustituían el apoyo popular con lo que llamaban buena prensa.

Que la comentocracia intente presionar al gobierno con opiniones tontas —la gran mayoría lo son—, no significa que quienes la integran sean personas tontas. Todo lo contrario, son muy inteligentes. Lo demuestran en las ocasiones en que reflexionan sin basarse en el odio al expresidente AMLO, que ya no gobierna ni participa de ninguna manera en las decisiones que se toman en el poder ejecutivo, pero al que los y las columnistas no olvidan.

Hoy en Excélsior hay dos muy buenos artículos de periodistas inteligentes que lograron, al menos por un día, dominar el odio a la 4T y publicaron análisis realmente brillantes acerca de la estrategia seguida por la presidenta Sheinbaum para torear los aranceles de Donald Trump —y al mismo tiempo para lidiar al temible Donald Trump—.

Ciro Gómez Leyva y Jorge Fernández Menéndez han reconocido el toreo no violento de Claudia Sheinbaum. Por su parte, el New York Times publica un artículo muy interesante en el mismo sentido “Eres dura: Cómo la presidenta De México ganó Los elogios de Trump”, de la reportera Natalie Kitroeff. Veamos.

Para empezar, hay en esto una demostración de que son perfectamente factibles las corridas de toros no violentas que ha propuesto la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada.

¿Cómo ha toreado la presidenta Sheinbaum al presidente Trump? Dejo que hablen Ciro y Jorge —más el segundo: en esta ocasión Fernández Menéndez elaboró un análisis muy completo—. No utilizaré comillas ni diré qué partes citadas corresponden al texto “No somos tibios, somos más sabios”, de Gómez Leyva o al artículo “Conceder para ganar un futuro” de Fernández Menéndez. Lo que sigue (excepto lo entrecomillado) es de ellos, no mío. Gran trabajo de Excélsior que debe ser leído por la presidenta de México. Pido perdón si las citas son demasiado largas y caigo en el ya constitucional plagio. El último párrafo es de Natalie Kitroeff, del NYT.

Establecer en esta coyuntura y en estas condiciones aranceles compensatorios contra Estados Unidos, como muchos le piden a la presidenta Sheinbaum, sería un grave error que multiplicaría el daño que los propios aranceles, hasta ahora concentrados en el acero y el aluminio, le podrían hacer a la economía nacional.

No contamos con los instrumentos ni tiene sentido contraatacar con aranceles a los productos estadunidenses cuando la administración Trump no parece tener claridad alguna sobre cuál será su futura inserción comercial internacional: los aranceles recíprocos terminarían siendo un impuesto adicional para una sociedad ya castigada económicamente.

En este tema la presidenta Sheinbaum y su equipo han actuado con sensatez y están al tiempo y a los mercados para acomodar los escenarios.

Hoy, Trump, al contrario de lo que hizo en su primer gobierno, no ha puesto, de inicio, la presión en sus adversarios —China, Rusia, Irán, etcétera— . Como explicaba un muy buen texto de Nicholas Mulder en Foreign Affairs de esta semana, ha puesto la presión en los aliados, en sus socios comerciales para, a partir de ellos, tratar de reestructurar sus relaciones globales.

(Estados Unidos ha presionado aliados en el pasado).

En 1948 presionó con retirar el apoyo del Plan Marshall a los Países Bajos para que abandonaran la guerra contrainsurgente en Indonesia, porque consideraban que ese país, declarada su independencia, podría ser un aliado en la Guerra Fría.

En 1956, amenazaron con quitar la ayuda de postguerra a Gran Bretaña, Francia y el naciente estado de Israel si no se retiraban del canal de Suez y lo dejaban en control de Egipto, porque, a su vez, Estados Unidos quería liberar ese estratégico paso comercial en su beneficio. La amenaza logró que los tres países se retiraran de Suez en unas pocas semanas y Gran Bretaña asumió esa derrota, una de las mayores de su historia (comprendió que ya no era una potencia), para salvar su economía.

En 1970, cuando Corea del Sur comenzó a intentar construir armas atómicas propias, las amenazas económicas estadunidenses disuadieron a ese país de abandonar ese intento. En retribución, el apoyo económico posterior detonó la economía de Corea del Sur con un crecimiento sin precedentes.

En los 80, Ronald Reagan usó presiones económicas y arancelarias para evitar lo que llamaban entonces “la invasión comercial japonesa” en el país. Japón no tomó represalias, buscó y logró acuerdos, incluso políticos y militares, que lograron reequilibrar la relación comercial y las sociedades empresariales.

(Canadá y la Unión Europea, ya en guerra comercial con Estados Unidos, sabrán —o no— lo que hacen. La realidad de México es otra).

La estrategia mexicana: sangre fría, diálogo y negociación para librar la crisis de la mejor manera posible. El secretario de Comercio, Lutnick, saludó de buen grado la postura mexicana y perfiló darnos un trato diferente. México tiene estrategia y no es la europea ni la canadiense: es tratar de persuadir a Trump, no guerrear con él.

En torno a estas realidades (las de la guerra de Europa y Canadá contra Estados Unidos) está jugando el equipo de Claudia Sheinbaum. Y, hasta ahora, le ha dado réditos. Cuando dicen que ha concedido sin haber logrado nada, habrá que recordar aquellos ejemplos de Gran Bretaña, de Japón o de Corea del Sur en el pasado, que concedieron para ganar un futuro. No es poca cosa.

La Sra. Sheinbaum ha llegado a sus conversaciones con el presidente Trump extremadamente preparada, dijeron tres funcionarios estadounidenses y mexicanos. Ella ha estudiado sus discursos, viendo los videos, para tratar de entender el estilo de comunicación del Sr. Trump. Su tono con él ha sido tranquilo, y ha sido encontrada por los funcionarios como seria y transparente.

Mientras el Sr. Trump continúa golpeando a Canadá con nuevas amenazas de fuertes gravámenes y anexión, los mexicanos están disfrutando en su mayoría de un descanso del drama.

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